#pathtoparenthood

Michelle - FIV y embarazo


"Path to Parenthood" es un término gracioso, pero que ciertamente describe lo que mi esposo y yo hemos pasado.

Intentamos durante seis meses (debido a la edad) concebir, sintiendo cada mes como un pequeño puñetazo en las tripas por no haber conseguido el embarazo, hasta que acudimos a los tratamientos de infertilidad. Hicimos tres sesiones de inseminación intrauterina antes de decidir iniciar la FIV. ¡Me quedé embarazada en nuestra primera sesión de FIV y estábamos encantados, tanto que se lo contamos a toda nuestra familia!

Entonces, con aproximadamente 7 semanas de embarazo, empecé a sangrar y fui a la consulta del médico para hacerme una ecografía. Fue una ecografía extremadamente larga y silenciosa antes de que el médico nos dijera: "Siento que hayan perdido al/a la bebé". No podía creerlo. No dejaba de pensar que sabía que seguía embarazada, que este médico se equivocaba, pero también sabía que decirlo en voz alta me haría parecer una loca. Era el fin de semana del Día de la Madre y lo pasamos en casa, alternando entre el llanto y el adormecimiento.

Unos días más tarde, después de otro análisis de sangre, descubrieron que mis números estaban aumentando y me enviaron de nuevo a hacer otra ecografía. Esta ecografía nos permitió ver el latido del corazón, para sorpresa de todos/as, excepto la mía, porque en el fondo de mi corazón, yo sabía que seguía embarazada. Los dos nos fuimos a trabajar y esa misma tarde me encontré con mi hermana en su trabajo. Al salir, sentí un chorro de líquido y pensé, oh, por favor, dime que me he meado encima. Resultó ser una gran cantidad de sangre y terminé en el hospital con hemorragia. Allí me hicieron otra ecografía y no encontraron nada, nos dijeron que había abortado completamente y que incluso el saco gestacional había desaparecido.

Intentamos otra sesión de FIV que no tuvo éxito antes de cambiar de médico/a. La Dra. Nayak, del Instituto de Medicina Reproductiva, se mostró cercana y amable, ella misma había pasado por la FIV. Le expliqué cómo los tratamientos anteriores me habían dejado sollozando o como si fuera a saltar fuera de mi piel y ella escuchó e hizo preguntas. Cambió ligeramente mis medicación para que tuviera una experiencia más positiva cuando llegó el momento de nuestra siguiente sesión de FIV.

En nuestra tercera sesión de FIV, nos quedamos embarazados de nuestra hija Colette. Fue emocionante y aterrador, alegre y difícil. Tenía náuseas constantes y apenas podía retener nada en el estómago, pero todos los signos apuntaban a un embarazo normal y saludable. A las 21 semanas de embarazo, en una cita de obstetricia bastante estándar, encontraron que tenía una presión arterial de 188/110 y me enviaron al hospital para observación. Me dejaron ingresada con un diagnóstico de preeclampsia grave y me dijeron que me tendría que quedar en el hospital hasta que diera a luz. Estuve sin salir de la habitación del hospital durante algo más de tres semanas, hasta que los médicos nos recomendaron el parto por cesárea de urgencia. Colette vino al mundo con un fuerte chillido a las 24 semanas y 5 días. Era muy pequeña y la llevaron a la unidad de cuidados intensivos neonatales antes de que tuviéramos la oportunidad de verla.

Mis primeros días con mi primer hijo, mi hija, mi amor, mi Coco, los pasé junto a la cama dentro de una incubadora. No llegué a tenerla en brazos, solo podía deslizar una mano por las aberturas de la incubadora y poner mi mano sobre ella. Pasó su corta vida en esa diminuta incubadora hasta que sus pequeños pulmones fueron demasiado pequeños para mantener su enorme espíritu y murió a los nueve días de vida.

Desde su muerte, hemos creado la Fundación Colette Louise Tisdahl, cuya misión es mejorar los resultados del embarazo, el parto, la prematuridad y la infancia, así como ayudar en el proceso de duelo mediante la asistencia financiera, la educación y la defensa. El programa de ayuda financiera de Colette ha ayudado a más de 600 familias y ha entregado más de 600.000 dólares en ayudas.

Dimos la bienvenida a casa a nuestro bebé arco iris, nuestro hijo, Elliott Miguel. Me di cuenta, cuando empezamos a intentarlo de nuevo tras la muerte de Colette, de que me aterraba la idea de volver a quedarme embarazada. Nadie había sido capaz de encontrar una razón por la que se produjera la preeclampsia y el hecho de no tener algo concreto hacía que fuera muy difícil para mí repetir el mismo proceso, esperando mejores resultados. Finalmente optamos por utilizar un vientre de alquiler (una persona fabulosa) para llevar nuestro embrión, y tenemos mucha suerte de tener a nuestro precioso hijo en casa, nuestro primer hijo vivo después de cinco años de intentos.

Share your story!